El Real Oviedo nos propicia un viaje 24 años atrás. Un intrépido Barça volvió a plantar la línea de defensa en el centro del campo para buscar de qué manera torpedear el área ovetense. Al pie del cañón, Marcus Rashford, al que le incentiva la titularidad y quien comenzó a repartir trallazos ante un gigantesco Aarón Escandell. Le paró dos al inglés, que fue el que más riesgo llevó en los primeros compases donde el asedio blaugrana fue interrumpido por una mala salida de Joan García.
Deseó supervisar el portero del Barça un balón que estaba perdido desde el instante en que comenzó su búsqueda; intentó buscar a un compañero pero, en su lugar, se la cedió al enemigo: a un Alberto Reina que se relamía con ese tiro desde el centro del campo que detuvo el tiempo y en el que sólo se escucharon los rezos de los carbayones a fin de que ese balón entrara en la portería. De esta manera fue.
Sorpresón al más puro estilo de aquel Oviedo-Barcelona del 2001, el último partido en el que se vieron las caras y en el que Éric García sólo tenía 4 meses de vida. El central volvió a ser multiusos, frenando una gran ocasión de Rondón y mostrándose en la situación de \'9\' para lograr el empate.
Martillazos por cañonazos
El Barça cambió sus roles : Ronald Araújo jugó por el del costado recordando su pasado, sus años de delantero, con el que puso un centro con el que se revolvió Ferran Torres para regresar a toparse con Escandell. Entonces, Éric García, que estaba debajo de los palos, se giró para acudir al rechace y remacharla en la portería y reiniciar todo.
La incomodidad del Barça en el Tartiere la padeció un Casadó que solo soportó 45 minutos, fallido en la búsqueda de espacios, y dio paso a de De Jong. De tanto buscar el gol los azulgrana a base de cañonazos se tuvo que recurrir a una técnica más refinada , mucho más confiable : el martillo que Robert Lewandowski tiene en la cabeza y que fue incontenible , por primera vez en todo el partido, para Escandell. El pase del neerlandés también llevaba música.
No hubo respuesta de un Oviedo totalmente atascado en ataque, pero bastante sólido en la defensa. El Barça retiró los cañones y reiteró su fórmula. Centro llovido al área y un nuevo martillazo con la cabeza, en esta ocasión de un Araújo, que sentenciaba la remontada, bajaba la euforia del Tartiere y se llevaba la victoria y los tres puntos rumbo a Barcelona tras un ejercicio de carácter tan típico ahora en el equipo de Hansi Flick.