El fútbol, tan complejo, en ocasiones es de una facilidad aplastante. El Atlético aplastó al Real Madrid en el derbi del Metropolitano (5-2) por el hecho de que jugó mejor. Bastante superior , incluso mucho más de lo que evoca el resultado que bien ha podido ser mucho más abultado. La lírica llena las previas de esta clase de encuentros, las apelaciones a la emoción y la pasión inherentes a duelos de epidérmica rivalidad como este.
Aun con numerosos fallos individuales conquistó el Atleti el primer derbi de la temporada. Aun castigando esos errores sin piedad el Madrid fue inútil de sumar siquiera un punto. El invicto liguero de los blancos salió por el desagüe en una tarde tan plomiza en la capital como su fútbol. Ni las quejas arbitrales, que las habrá y no escasas , alguna justificada, tapará la realidad de un Madrid al que se le vieron todas y cada una de las costuras que hasta ahora unicamente se le intuían y que este domingo podría perder la proa de la Liga a favor del Barça.
La presencia de Bellingham en el once fue la sorpresa de Xabi Alonso, tras haber disputado poco más de 20 minutos en los dos últimos partidos tras su operación de hombro. El regreso del inglés propició el sacrificio de Mastantuono y el desplazamiento de Güler a la banda derecha. Un movimiento de piezas que al fútbol todavía en desarrollo de este Real Madrid no le sentó bien.
Por el hecho de que por más que el marcador arrojara un 2-2 al descanso , la sección primera fue claramente rojiblanca. Distritos era el gobernador del campo, Nico González y Giuliano los punzones mucho más afilados, agarrado el Real Madrid a la jerarquía de Mbappé y a los fallos particulares de sus oponentes a fin de que el resultado fuera nulo tras el acto inicial.
Le Normand, más allá de marcar de cabeza el tanto inaugural, la pifió en un despeje propiciando el 1-2 de Güler. Sorloth, aunque marcó el empate a dos en el descuento, malogró dos ocasiones clarísimas por su desesperante falta de agilidad y determinación. El adornado lo completaron el 1-1 de Mbappé (¿quién si no?), tras un increíble pase del turco y un poco anulado desde el VAR a Lenglet, que decidió asistir a rematar un centro con la mano en vez de hacerlo con la cabeza.
Ese empate momentáneo era, de todos modos , una catástrofe para un Atlético con media docena de ocasiones visibles frente a un Madrid que no dispuso de sobra acercamientos dignos de reseña que los de sus tantos. Es la maldición de los de Simeone en este arranque de temporada, la que explica que se presentara al derbi a nueve puntos de su rival en la tabla, tras solamente seis jornadas.
Al partido solo le hacía falta picante arbitral. y lo tuvo nada más empezar la segunda mitad. Primero, con Mbappé demandando un penalti de Llorente. Y poco después con una acción de Güler que Alberola señaló como penalti. Levantó bastante el pie en el área y, tras golpear el balón, también lo hizo con la cara de Nico González. Parecía mucho más juego peligroso (y, por consiguiente , libre indirecto) que penalti, pero el VAR validó la resolución y Julián anotó desde los once metros el tercero de los locales.
Fue ese tanto gasolina para el Atlético, un punto de inflexión que disolvió al Madrid, de pronto desarbolado por un Nico González en trance, ajusticiado nuevamente por una falta directa de Julián Álvarez que Courtois fue incapaz de parar. Hasta entonces , la solución de Xabi Alonso a la demolición de su equipo era eliminar del campo a Güler, su futbolista mucho más lúcido de la tarde.
La apuesta, claro está, no le salió bien. Por el hecho de que en la media hora final, el Atlético supo transformar su vértigo ofensivo en solidez protectora , sin entregar una mínima ocasión a un Real Madrid que tampoco sabía de qué manera hacer daño, distraído del juego Mbappé, desquiciado Vinicius, perdido Valverde, errático Mastantuono. En el descuento, Griezmann, que no marcaba en Liga desde el 1 de febrero, puso el nudo a una tarde redonda para el Atlético, penitente para el Madrid. A un derbi, más allá de quien lo ganara, monumental.